18/1/23

CONFIDENCIA NAVIDEÑA

 

 

Perdón, si hablo; pero necesito

dejar el corazón en unos versos

de gozo transparente.

 

Es Navidad feliz en mi pobreza,

a pesar de las noches asediantes.

 

Las Verdades del Credo que profeso

inundan mis entrañas de alegría.

 

Digo “Dios Creador” y me cobija

el abrazo del aire y de las flores.

 

Digo “Padre” y el alma se me llena

de sonrisa filial.

 

Digo “Jesús”, Hijo de Dios, nacido

de la Virgen María” y se hacen míos

detalles y latidos de su historia:

Belén, Egipto, Nazaret, montañas,

palabras en la Cruz, “Mi paz os dejo”…

 

Está Jesús presente por mi sangre

al pronunciar su Nombre.

 

Soy pastor jubiloso hacia el establo

de todas las pobrezas.

 

Recupero palabras soterradas

para cantarle: ¡Gracias!.

 

Y sin cesar me da su Nacimiento

en cada Sacramento de la Iglesia.

 

Me lava su perdón. Me comunica

la vida de los Santos.

 

No deja de nacer embriagándome

con el don del Espíritu.

 

¡Oh, Jesucristo, plenitud Viviente,

que impregna mi existencia!

 

Vivo el asombro de sentir que nace

alumbrando mi sombra.

 

Y, así, con El, disfruto la esperanza

de la Resurrección y Vida Eterna.

 

Es Navidad, aunque la noche densa

me cerque impertinente.

 

Y esta fe, Navidad de gozo inmenso,

culmina en mí, cuando su voz susurra

en mis oídos la palabra “Amigo”.

Soy sacerdote suyo: otra locura

de su Bondad sin límites.

 

Salgo de mí para quedar fundido

en vocación perpetua de traerle.

“Esto es mi Cuerpo”, digo, y en mis manos

se aventura a nacer. Yo me debato

y pregunto: ¿Por qué, si no soy digno?

Pero El sonríe silenciosamente

sobre el blanco pesebre del altar.

 

Llamo a su Madre y a José que llegan,

cargados de ternuras,

para arropar su pequeñez, tan dócil.

 

Decid, amigos, ¿a pesar del lodo,

no es posible la nieve siempre ilesa?

 

¿No es posible salvar cielos de panes

si nace Dios de Pan entre las manos?

 

¡Es Navidad! ¡Es Navidad! Debemos

ser pastores y magos jubilosos

que se arrodillan ante el Dios hecho de carne.

 

Debemos ser la paja que amortigua

aristas del pesebre.

 

Debemos ser amor: fe florecida

en servicios de balde,

en sonrisas de balde,

en mirada intuitiva que redime

el verso de las cosas ordinarias.

 

Debemos dar espacios de silencio

a la voz infinita. Dios espera,

para nacer, nuestro cariño pobre.

Suplica confidencias encendidas.

Se acerca al corazón calladamente.

Y nace en él feliz, como en aquella

“plenitud de los tiempos”. Dios nos dice

su Palabra Inefable.

 

¡Oh locura de Amor! ¡Dios-Niño siempre

en el regazo de la Iglesia Madre!

 

Perdón, de nuevo, y gracias. Me habéis dado

el gozo de leer mi confidencia

y compartir conmigo la Esperanza.