Y sé que estoy llamando al hombre en las raíces,
cuando, tal vez, el hombre ignora que ha nacido.
Le diré que se inunde en el altar del ser
para encender los astros que esperan su mirada.
Profeta de la hormiga que parte su destino
en agobio de granos vacíos de misterio.
Profeta de las piedras inciertas del camino
que rueda ciegamente sin hogar de ternura.
Salvaré las agudas saetas de mi sangre
clavándome en la entraña de sonidos adúlteros.
Todos sabrán que vivo, loco de ser , cantando
y que me impulsa el vuelo del amor infinito.
Dime que se arrodilla ante el niño que grita
en el taller oscuro de su miedo de acero.
Les diré que es nocivo alzar rivalidades
de lámpara humana contra estrellas divinas.
Les diré que ya basta de envejecer sin alas,
que ninguna razón puede nutrir su vida
si aminora las horas incurable cansancio.
Les diré que son hombres,
que son aunque no quieran,
y que su ser afirma raíces de misterio
sin límites de espacio, ni congojas de tiempo,
porque su ser pequeño atestigua el origen
como el arroyo leve afirma el manantial.
