Te seguiré, Señor, Te seguiré
vestida de pobreza y alegría.
Tomaré sobre el hombro cada día
la cruz de mi cariño y de mi fe.
Huye el mundo de mi cuando me ve
para clavarme lanzas de agonía.
Pero mi ser Contigo se confía
y no se cansa mi llagado pie.
Porque Tú, mi Jesús, me das la mano
y cicatrizas mi dolor humano
con el vigor de tu calor divino.
Aunque me olviden todos mis amigos
y se pierdan mis manos y mis trigos,
seguiré jubilosa tu camino.
