Estabas, Sofi, como flor humana
adornando el jardín de la Capilla.
Tu SÍ del corazón en tu mejilla
encarnaba rubores de manzana.
Madura ya de amor, en la temprana
primavera de Dios, desde tu arcilla,
te diste en profesión honda y sencilla
para ser misionera, luz, campana.
Tus padres escuchaban el latido
de tu fiel corazón enardecido
en generosa donación de altura.
Y para dar su ser paternalmente
pusieron en tu rostro sonriente
un beso prolongado de ternura.