José de Nazaret,
Padre y Señor,
enséñame tu pulso
custodiador.
Escucho tu palabra,
silencio vivo,
corazón habitado,
contemplativo.
Dios estaba tan cerca
de tus sudores,
que se fundió contigo
tallando amores.
Dios estaba tan dentro
de tu mirada,
que te hizo carpintero
de su alborada.
Alforjas de cariño
llevaste al hombro,
como yo, San José,
cuando te nombro.
A golpes de latido
fuiste puliendo
la Luz del Niño-Dios
que iba creciendo.
En tus manos robustas
de reciedumbre
el trabajo rezante
se hizo costumbre.
Yo quisiera pedirte
que me explicaras
por qué Dios me sonríe
cuando me amparas.
Mi paso vacilante,
paso de hombre,
recupera firmeza
desde tu nombre.
Los ojos de la Virgen,
tu Santa Esposa,
en tus ojos bebieron
alma de rosa.
Carpintero sencillo
de la esperanza,
pon en mis venas sangre
de confianza.
Para ser padre bueno
fuiste buen hijo:
la filiación divina
fue tu cobijo.
Mi corazón, madera
de tu taller
desea que lo pulas
con tu querer.
Cristifica mis manos
hasta que acierte
a pulir corazones
en vida y muerte.
San José, Padre bueno,
cuida mis pasos
para que no me canse
con los fracasos.
Quiero ser como Tú
todo cariño
para la Virgen Pura
y para el Niño.