De puntillas, Señor, es tu llegada.
Con cálido respeto, en el silencio
de un corazón azul, Te depositas.
Hay un latir de Arcángeles Gabrieles
que celebran la fiesta del asombro.
Te cobija la Virgen: Te acurruca
en sus entrañas llenas de inocencia.
Y el mundo sigue su desvelo estéril
por alcanzar la dicha que se escapa.
Y Tú, pequeño, silenciosamente
Te nutres de la Virgen que creaste.
Toda es cielo tu Madre. Toda beso
para tu tierna pequeñez de hombre.
De puntillas, Señor, como pidiendo
permiso para amarnos locamente.