Y cúbrenos Contigo, de las sombras
que amenazan hundirnos en la noche.
Somos de tierra y luz, con tanta tierra
que, a veces, se desmayan nuestras ansias.
Quedamos rotos, con las alas rotas
y el corazón llagado de egoísmo.
Aleja el frío que nos entumece
la cálida sonrisa dialogante.
Manuscribe los rostros de los niños
en nuestra sangre belicosa y triste.
Derrite la soberbia puntiaguda
con acero de lanzas
y transforma la ira de los cardos
en colonias de flores.
Aléjanos del cálculo avariento
que mata el ser para tener más lodo.
Libéranos de efímeros palacios
fabricados de espuma.
Redímenos de urgencias galopantes
que nunca llegan al sosiego manso.
No nos dejes caer en tentaciones
disfrazadas de gozo.
Danos miedo a los ojos sin asombro,
a los pies sin caminos liberantes,
a las manos vacías de gabillas,
a la sangre sin ríos fecundantes,
al corazón latiendo para nadie.
Danos miedo al vacío vanidoso
que se hospeda en el “yo”, que sólo sabe
construir arrogancias lacerantes.
Aléjanos del frío; que nos guarde
la llama de tu hogar perennemente.