Falta ilusión al corazón del hombre.
Carece de entusiasmo que despegue
el peso de su carne.
Queda reptando entre cenizas muertas
porque ignora sus alas transcendentes.
No sabe ser tu lámpara encendida
ni encender los caminos al misterio.
Enciende Tú, Señor, Dador de lumbre
que calienta y alumbra sin gastarse.
Llena sus ojos de visión amante
que regalen cariño en la mirada,
que descubran valores escondidos
en cada hombre huérfano de afecto.
Envía la alegría libadora
de néctares ocultos en las flores.
Enciende golondrinas en sus almas
que articulen propósitos de vuelo.
Da vibración de limpias emociones
ante la luz de seres olvidados.
Danos sangre caliente y fijo empleo
que manuscriba generosidades.
Dilata en nuestras obras y palabras
el gozo de tu lumbre permanente.
Sólo lucir, quemar, amar sin miedo
nos hará paraísos habitados.