Habitaba tu luz en los profetas
cuando lanzaban vías justicieras.
Traspasaba su voz como certeras
galopadas urgentes de saetas.
Pero también tu luz hizo poetas
a estos hombres de sílabas austeras.
Plantabas en su sangre primaveras
con presagio de mansas violetas.
Tu soplo les quemaba las entrañas
y con visión de lámparas extrañas
dibujaba un Reino de bonanza.
Por eso inhabitaste la mirada
del profeta Isaías con la llegada
del mismo Dios en carne de esperanza.