Ven, Espíritu Santo, que la vida
sin motivos de amor, está marchita.
El tiempo nos devora la existencia
cercando al corazón de veleidades.
Nuestros ojos ignoran las llamadas
que quitan las estrellas,
ignoran los senderos transcendentes
de los seres sencillos que nos cercan.
Ven, Espíritu Santo, purifica
nuestras viejas pupilas laceradas
por dudas pertinaces
que se vuelven parásitas tinieblas.
Imprégnanos de luz en las entrañas
para saber vivir iluminando,
para ser vida en Ti, Dador de Vida.
Ven, Espíritu Santo. Vivifica
las ansias soterradas
que esperan primaveras de esperanza.