que el hombre gime ausencia de esperanza.
Sólo tu brisa de frescor alcanza
cumbres de luz que nutran su destino.
Ven, invisible soplo cristalino
y enséñanos lenguajes de alabanza.
Sólo quien vive del amor avanza
sembrando “Paz y bien” por el camino.
Árdenos con tu fuego transcendente
para sentir tu beso confidente
y leer con asombro la hermosura.
La hermosura de dar la vida entera
con entusiasmo de divina hoguera
que por amor, amando, nos madura.
(Pentecostés - 1998)