Fuiste lluvia de Dios en la pradera
alumbrando con flores el paisaje.
Hoy, al final gozoso de tu viaje
Dios es la flor que, para verte, espera.
Tu muerte se hace vida duradera
de carne inmaculada sin celaje.
Dios, Poeta, te viste con Su traje
de eterna luz y eterna primavera.
En tu libro de blanca criatura
el Autor habitó para escribirse
carne dócil del verso pobre y niño.
Hoy edita tu sangre de ternura
y en Ti se mira para en Ti sentirse
palabra consumada de cariño.