Tanta conquista de manchada arcilla,
tanto metal de la monotonía,
tanto grito de hielo en rebeldía,
no dejan ver tu lámpara sencilla.
Y sigues hospedando sin mancilla
la presencia de Dios, Virgen María.
Sigue tu carne pura en armonía
dando a luz a la luz que se arrodilla.
Alumbra nuestro paso en tu mirada
y limpia con tu sangre inmaculada
el sendero que mancha nuestra guerra.
Sólo contigo, Virgen nazarena,
volverá a sonreirnos la azucena
y reinará la paz sobre la tierra.