Buscando estaba me acerqué a tocarte
y eras sombra de angustia eras un matón
de fragmentos de lluvia y desazón
que pululaba más allá del arte.
Perdóname. No pude contemplarte.
Me dolía en hermano el corazón.
A fin de cuentas era la prisión
de un trocito de mi: mi frágil parte.
Te grité. No escuchaste. Te decía
que sí, que quizá sí pero que dentro
palpitaban también, y sus gemidos
también eran de púrpura que ardía.
Ya no; ya no me atiendas. Sé tu centro.
Es de piedra. No sabe de latidos.