ACABA EN MI TU OBRA: HAZME SANTO
cuando me ensanches el corazón” (Salmo 118)
Me elegiste, Señor, sin merecerlo.
El asombro feliz me sobrecoge.
Sólo ser santo puede ser respuesta
a tanto amor donado a mi pobreza.
¡Ser santo, santo…!: consumar la vida
enteramente tuyo, sin penumbras
de cálculo egoísta. Ir por la senda
de tu querer en mí Dejar que escribas
en blanca cuartilla de mi vida
tu poema de luz. Que hagas del barro
opaco de mi ser otro lucero.
Acábame, Señor. Todo es don tuyo:
mi existencia, mi firme vocación
de ser palabra que Te canta ardiendo…
Acaba en mí tu obra donadora:
Hazme santo que mude cuanto toca:
las flores, las montañas, las personas…
Que a mi paso los seres se hagan himno.
Y que mi yo, sin mí, sea tu Magníficat
perpetuamente vivo en tu presencia.