31/3/23

SALMO 50









Abre, Señor, tu corazón divino

a mi pobre existencia desvalida.

Gime mi carne rota y dolorida

anhelando la luz de tu camino.

 

Lávame del vacío y la tristeza.

Límpiame de mi sangre lastimada.

Se que soy pecador: sin tu mirada

desnudamente siento mi pobreza.

 

Está siempre delante de mis ojos

el hueco de tu ausencia y tu ternura.

Lloro desamparado mi locura

en la cárcel cruel de mis antojos.

 

Álzame, bésame, como si fuera

un niño que Te llama con su llanto.

Arranca mi pecado y hazme santo

re-creando en mi ser tu primavera.

 

En oscura maldad surgió mi vida

y soy el filo de la rebeldía.

Pero el amor de tu sabiduría

fecundará la sangre de mi herida.

 

Instrúyeme en secreto tiernamente.

Blanquéame con tu blancor de nieve.

Hazme sentir tu gozo claro y leve

y enciende en mi tu lámpara inocente.

 

No mires más la noche de mi ausencia.

Olvida el mar de mis iniquidades.

Crea en mi carne limpias claridades

y renueva por dentro mi conciencia.

 

Quiero estar ante Ti, quiero quererte.

Hospeda en mí tu Espíritu Divino.

Devuelve la esperanza a mi destino.

Lléname con la paz de poseerte.

 

Mi corazón será tu mensajero.

Hablaré del hogar de tus amores.

Seré refugio de los pecadores.

Esparciré mensaje misionero.

 

Líbrame de la angustia, de la pena

y cantará mi lengua tu justicia.

Disfrutará mi vida la delicia

de alabarte y gozarte en dicha plena.


No quieres holocaustos sin cariño

ni te complace el oropel del rito;

pero te doy mi corazón contrito:

un corazón contrito es como un niño.

 

Así mi ser entero, enamorado,

será incienso, liturgia, melodía.

Así será la pobre carne mía

gozo de luz que borra mi pecado.