una sombra clavada en la mirada
hiriendo mi pupila con la nada
donde mi ser se desvanecería.
Pero veo encendida tu bujía
y, Contigo Viviente, mi pisada
se hace canción de llama enamorada
que prende los caminos de alegría.
Estás vivo, Jesús, para vivirme;
para darme Tu Luz, para lucirme
con tu Presencia cálida en las cosas.
Gracias, Amor, Jesús. Nada me inquieta.
Tiene razón mi sangre de poeta
besando estrellas y cuidando rosas.