23/4/21

TU POBREZA DE DIOS

Eres muy pobre, Padre Omnipotente.

De tanto compartir, Te despojaste,

por amor a los hombres, de tu Hijo

y lo pusiste a nuestro alcance humano.

 

Podías habernos redimido,

en tu Hijo predilecto,

sin el rigor desasido de Belén,

sin el trabajo callado de Nazaret

para ganar el pan con el sudor

de su frente;

pero preferiste que tu Palabra

fuera tan libre,

que no tuviera donde reclinar su cabeza;

la pobreza enriquece al hombre

porque le libra de la esclavitud del tener.

 

Nos dijiste tu Palabra

sin peso, sin hojarasca.

Tu Hijo recorrió nuestros caminos

con pies ágiles y descalzos

solo el necesario pan,

solo el necesario aire,

solo la necesaria hospitalidad de los amigos.

Ninguna inquietante alforja sobre

Sus hombros desnudos.

Así querías a tu Hijo; limpia voz

de profeta coherente con su conducta,

con su ser tu forma hecha carne,

y ahora, fíjate, Padre:

Tú, siendo el Todo, todo nos lo diste;

nosotros, siendo la nada, todo te lo

robamos.

 

¡Cuándo alcanzaremos el cariño

que todo lo posee despojándose!

¡Cuándo aprenderemos la forma

de conquistarte y poseerte

desasiéndonos de todo y

asiéndonos a Ti como tu Hijo!

 

Haznos experimentar el paraíso

de la filiación divina,

como lo experimentó Francisco de Asís,

para volar como él,

sin lastre de cosas idolatradas.