la Iglesia de los cuerpos y de las almas.
Eres modelo suyo, su Figura.
Contigo está la Iglesia custodiando,
como Virgen-Esposa del Cordero,
íntegra y pura su Palabra viva.
De sus entrañas brotan ríos de vírgenes
que se entregan al Reino de los Cielos
y brotan al mirarte, al contemplarte
entregada y feliz virginalmente.
¡Oh Virgen fiel, Esposa del Espíritu!
Haz a la Iglesia fuente fecundísima
de vírgenes que den maternidades.
Porque también la Iglesia ha de ser Madre
como Tú, sin fisuras ni cansancios.
Ha de acoger radiante la Palabra,
vivirla, predicarla, derramarla
en todos los rincones de la tierra
bautizando en el Nombre de tu Hijo.
Como Madre que engendra nuevos hijos
concebidos por obra del Espíritu.
Pablo Apóstol gemía con dolores
de parto para dar formas de Cristo
a los hijos nacidos del Espíritu.
Tú, que eres Madre de maternidades
has de estar en la Iglesia, en su Misterio,
en los detalles de sus Sacramentos
-Navidad Eucarística Contigo-,
en los detalles de sus caridades
en su sencilla forma de expresión
para hablar de tu hijo enamorada.
La Iglesia ha de latir cálidamente
con los latidos de tu Corazón.
En el largo camino de la historia
la Iglesia Madre supo esta vertiente
y sembró con ermitas el paisaje
y nacieron palomas y esperanzas
y nació poesía maternizada.
Y, en su hogar maternal, estabas Tú
señalando a tu Hijo y repitiendo:
Haced lo que El os diga y sonreid.
(Rafael Matesanz, Traducción versificada y libre de la Encíclica Redemtoris Mater de Juan Pablo II, III,2)