Annie, Pauline, Elisabet, amigas:
Tomo la pluma para daros gracias
en versos de sencilla confidencia.
Venís de lejos con el alma llena
de ríos caudalosos y de selvas
donde la luz del sol entona salmos
y los árboles rezan en silencio.
Os llama Dios por dentro. Solicita
vuestra hondura de amor contemplativo.
Llegáis a estas tierras castellanas
con huellas antiquísimas de fe.
Hablan de nuevo las paredes firmes
de nuestros monasterios olvidados.
De nuevo sienten vida en sus entrañas
cuando vosotras, jóvenes morenas,
vais plantando sonrisas vegetales
en su jardín y en sus penumbras mudas.
Escuchasteis felices la llamada
de Francisco y de Clara. Su carisma
encendió vuestra sangre fraternal.
Hijas de Dios, en Su regazo tierno
arriesgáis vuestras vidas generosas.
Vuestra pobreza, en júbilo vivida,
os hará dueñas de la “paz y el bien”.
Seréis hermanas de la flor humilde
y del lobo feroz que hará las paces
con todos los corderos inocentes.
No quedarán vacíos vuestros cuerpos
de vírgenes prudentes que custodian
sus alcuzas de aceite enamorado.
Libres seréis en obediencia activa
buscando el bien de todas las Hermanas
que convierte la vida religiosa
en familia de gozos hogareños.
Madrecitas seréis de muchos hijos
con caras de inocencia jubilosa,
porque vosotras con fervor oculto
transfundís a sus venas vuestra sangre.
Gracias, Hermanas, con vuestra presencia
vuelve a Castilla su latido místico.
Construiréis los castillos interiores
que Teresa inició. Recitaréis
la llama de amor viva que os enciende,
como a Juan de la Cruz en noche oscura.
Aunque no lo busquéis, seréis estrellas
que brindan claridad en este mundo.
Nacerán vocaciones alentadas
por vuestro ejemplo de creyentes fieles.
Y nosotros, con voz agradecida,
hermanaremos Asia con Europa.
Sois de la India; pero sois tan nuestras,
que todos los paisajes castellanos
os cobijan con gozo de familia.
Todo lo vuestro nos resulta grato:
la belleza del sari que os envuelve;
las canciones con alas de lirismo;
los modales pausados de liturgia
y hasta los guisos de sabor picante.
Nos enseñáis el vuelo sosegado
hacia el misterio del Amor Inmenso.
Sois felices con poco, porque dentro
lleváis fervor de lámpara humildes.
Gracias, Hermanas, flores de la Virgen
que talla en vuestra cara su sonrisa.
Gracias, Hermanas, navidades vivas
que alumbran los establos monacales.
Gracias, Hermanas, versos de silencio
que convocan salterios de esperanza.
Cuando la historia fiel se desperece
para decir verdades constructivas,
quedará vuestro nombre manuscrito
con la pluma de Dios.
Sabrán los sabios que la ciencia fría
sólo salva con alas del espíritu.
Sabrán que vuestra entrega generosa
estaba en el cimiento de sus torres.
Gracias, Hermanas, por venir a darnos
los mayores valores del oriente:
sentido familiar que funda hogares;
vida sencilla que comparte panes;
vigor de ascetas que conquista cumbres
y gozos hondos de lenguaje místico.
Gracias, Hermanas. Nuestra casa abierta
agradece que entréis para poblarla.
Que Jesús y la Virgen os inunden
de alegría perenne y difusiva.
A nosotros nos basta con saberos
Hermanas entrañables de la India.
(A mis hermanas Annie, Pauline y Elisabet, de Villascastín, en su Toma de Hábito. Villascastín - día de la Asunción - 1997)