Otro día, Señor, en los archivos
de tu Casa paterna. Otra promesa
de presencia infinita en tus moradas.
Gracias por el amor que has derramado
en cada letra escrita con mis ojos.
Perdón por los diamantes que he perdido
en los detalles rotos de este día.
Pero aquí estoy, Señor, para decirte
que conservo el calor de tu amistad
y cultivo tu nombre en mi existencia.
Puedo dormir, soñar en tu regazo,
crecer en el amor agradecido.
Sigue vertiendo paz en mi descanso
que repare mis fuerzas desgastadas
hasta que llegue a consumar tu obra.