¿Quién os roba la vida, mis palomas
cuando florece el alba en vuestras plumas?
¿Quién, furtivo, os espera tras la encina
de oscura sombra y retorcido anhelo?
¿Por qué morís sin exhalar grito
derramando la sangre en el chortal?
¿Sabéis que vuestra muerte en un instante
entierra el gozo de la luz y el aire?
Mis ingenuas palomas desmayadas
en el estío ardiente de un disparo
hecho pasión miope y deshonesta.
Abril está llorando abril, el casto
latido en vuestra sangre adolescente.
No son verdad los ósculos del lodo
que os acarician en torpe desaliño
y mezclan vuestra pluma y vuestra sangre.
Pesáis. Las alas rotas o cansadas
de volar y latir al aire limpio,
vierten su peso muerto sobre el hombre
lujurioso de bocas egoístas.
Muertas no sois palomas; muertas sois
manjares que se gustan ciegamente
y se arrojan después hechos estiércol
más viejas y hastiadas en el lodo,
del taimado reptil que os devoró.
Palomas de la sangre adolescente
mis ingenuas palomas indefensas
si todavía vivís, alzad el vuelo.