En tu sangre nació una primavera,
el amor. Eras virgen todavía.
Ascendías en alas de la alondra
a gorjear tu música de nube.
Las cosas se vestían de ilusión
a tus ojos de mar, promesa honda.
Te hablaba de niños, desvelaban
tu misterio de madre limpiamente.
El pudor te rezaba la plegaria
cultivadora de sonrisas blancas,
ilimitadas albas que encendían
la llama dulce de un amor sereno.
Pero un lodo impreciso disfrazado
de lícita apertura, rozó la ingenua
tersura de tu piel. Notaste el peso
de tu carne y tu sangre. Descendiste
desde la azul altura de la alondra
que moría de pena en tu recuerdo.
No eras alba ni luz, eras un fuego
sin ojos y sin alas. Abrazabas
tus cosas y los niños de tus cosas.
Pero sufrías mucho Todavía
en el rincón de tu desván hablaba
tu virginal profeta: tu candor.
Te decía que no, que las palabras
sin raíces de Dios, no son amor
aunque se vistan de certeza táctil.
Tú sufrías horrores. Te surcaba
el alma con las señas del anhelo.
Y un día ¡lo recuerdas? clausuraste
la boca del profeta virginal
por no empolvar en el desván tu falda,
aunque tu cuerpo se bañara en lodo.
Y murieron tus hijos aquel día
de otros hijos de antojo sin niñez.
Ni la palabra madre te vivía.
Ya ¿para qué rezar? Era una espina
la ermita entre las horas; te dolía
su candor de paloma. ¿Había existido
el abril claro de tu cuerpo virgen?
Hoy, inundada en placer,
y ciega de razones como plomo
derretido en tu fuego ávidamente,
te sangras de risa loca de ti misma
cuando el secuestro de la virgen llora.
Así apagas el grito de las flores.
Tu mar está ya seco, ¿eres la chica
desmayada en los brazos deshonestos
dentro de un coche rojo? Dos brochazos,
negro marfil, deshacen el paisaje
que doliente dibuja mi recuerdo.
Huye la ermita al fondo de otra nube.
Una paloma menos, una gota
de plomo derramada en el asfalto
expresando pisadas que la hieren
y la confunden en matices grises.
¿Qué juicio te merecen estas líneas?
¿Perturba tu tranquilidad esta firme
y dolorida defensa de ideales grandes?
¿No soy realista en esta poética defensa
de tu maternidad limpia y de tus hijos?
Tú me dirás si todavía hablan para ti
los ojos de los niños.
Entonces recordaré de nuevo tu nombre.
Hasta ese momento te saluda
con sincero dolor
tu amigo.