8/8/23

HA MUERTO UNA PALOMA

 


 




En tu sangre nació una primavera,

el amor. Eras virgen todavía.

Ascendías en alas de la alondra

a gorjear tu música de nube.

 

Las cosas se vestían de ilusión

a tus ojos de mar, promesa honda.

Te hablaba de niños, desvelaban

tu misterio de madre limpiamente.

El pudor te rezaba la plegaria

cultivadora de sonrisas blancas,

ilimitadas albas que encendían

la llama dulce de un amor sereno.

 

Pero un lodo impreciso disfrazado

de lícita apertura, rozó la ingenua

tersura de tu piel. Notaste el peso

de tu carne y tu sangre. Descendiste

desde la azul altura de la alondra

que moría de pena en tu recuerdo.

 

No eras alba ni luz, eras un fuego

sin ojos y sin alas. Abrazabas

tus cosas y los niños de tus cosas.

Pero sufrías mucho Todavía

en el rincón de tu desván hablaba

tu virginal profeta: tu candor.

Te decía que no, que las palabras

sin raíces de Dios, no son amor

aunque se vistan de certeza táctil.

Tú sufrías horrores. Te surcaba

el alma con las señas del anhelo.

 

Y un día ¡lo recuerdas? clausuraste

la boca del profeta virginal

por no empolvar en el desván tu falda,

aunque tu cuerpo se bañara en lodo.

Y murieron tus hijos aquel día

de otros hijos de antojo sin niñez.

 

Ni la palabra madre te vivía.

Ya ¿para qué rezar? Era una espina

la ermita entre las horas; te dolía

su candor de paloma. ¿Había existido

el abril claro de tu cuerpo virgen?

 

Hoy, inundada en placer,

y ciega de razones como plomo

derretido en tu fuego ávidamente,

te sangras de risa loca de ti misma

cuando el secuestro de la virgen llora.

 

Así apagas el grito de las flores.

Tu mar está ya seco, ¿eres la chica

desmayada en los brazos deshonestos

dentro de un coche rojo? Dos brochazos,

negro marfil, deshacen el paisaje

que doliente dibuja mi recuerdo.

Huye la ermita al fondo de otra nube.

Una paloma menos, una gota

de plomo derramada en el asfalto

expresando pisadas que la hieren

y la confunden en matices grises.

 

¿Qué juicio te merecen estas líneas?

¿Perturba tu tranquilidad esta firme

y dolorida defensa de ideales grandes?

¿No soy realista en esta poética defensa

de tu maternidad limpia y de tus hijos?

 

Tú me dirás si todavía hablan para ti

los ojos de los niños.

Entonces recordaré de nuevo tu nombre.

Hasta ese momento te saluda

con sincero dolor

tu amigo.