Porque la noche, hermanos, teme a un niño.
Huye hacia las cavernas de la angustia
en donde no sonría la niñez
o, al menos, su sonrisa fácilmente
se apague al frío de la entraña dura.
Este niño es difícil. Este niño,
tiritando tan sólo y sonriendo,
desnuda, en plena luz, al egoísmo.
Definitivamente la gran noche
vaga errante por miedo a un niño pobre.
¿Dónde huye la noche? ¿Dónde huye?
No queráis más vivir su vieja historia
de odio que devora a la esperanza.
No enterréis vuestra sangre estérilmente.
Tal vez ya nunca volverá la noche
tras esta noche rota por un niño.
Tal vez la luz revista al infinito
y múltiple matiz de los colores
de cada ser hablando en nuestras venas
y sepamos que Dios nos ha pedido
nuestras manos para nacerse callos,
nuestra boca para gritar camino
y nuestro corazón para expirar.
Tal vez ya nadie viva, mientras alguien
muera de hambre o de color de piel.
Tal la luz de cada estrella nazca
en nuestro pecho herido de honda noche.
El gran Amor, sólo el amor, tal vez…