13/9/21

HASTA LA MUERTE EN CRUZ DE TU HIJO


  

Dime, Padre,

Cuando tu Hijo traspasado pronunció la

4ª palabra: “Dios mío, Dios mío ¿por qué

me has abandonado” en dónde Té escondiste?

 

¿Qué inescrutable misterio de donación

paterna Te llevó a permitir para

tu Hijo Predilecto el drama de tu

ausencia? ¿ Querrías, tal vez, enseñarnos

a rezar despojados de Ti?

 

¿Quisiste purificarnos y elevarnos

hasta el grito buscador de tu Presencia?

¿Es que sólo la noche más oscura

alumbra la luz de la confianza?

 

El desamparo de tu Hijo orante

alivió todos nuestros desamparos.

Su muerte en el abandono de la Cruz

mató todas nuestras muertes.

 

Hasta ahí llega el cariño de Padre:

hasta morir en tu Hijo para enseñarnos

a convertir la muerte en vida.

 

Nosotros, hijos tuyos también, no alcanzamos

el nivel heroico del amor de tu Predilecto;

pero fúndenos con El, para saber morir

orando, para consumar nuestra inmolación

corredentoramente.

 

Está claro que el amor

adquiere autenticidad máxima

cuando se asume el dolor hasta

la muerte de Cruz por la persona amada.

Tú, Padre, lo asumiste en tu Hijo

por nosotros, ¡Cuánto nos amas!

 

Cuando nos cerque la tribulación

y el dolor, no dejes, Padre, de

iluminarnos con el

latido doliente de tu Hijo salvándonos.

 

Enviádnos vuestro Espíritu Santo

con el don de la fortaleza

para fortalecernos. Transfundídnos

la esperanza y la confianza que

nuestra debilidad ignora en el

atardecer de la angustia y la tristeza.

 

Recuérdanos, Padre, que

también entonces eres Padre que nos

quiere más que todas las madres

del mundo.

 

Sumérgenos en la filiación

divina. Abríganos Contigo en el

fértil dolor de la confianza.